Eres lo que comes, pero también cómo lo digieres. Te contamos lo que puedes hacer para mejorar tu digestión y evitar la pesadez, la acidez de estómago o la hinchazón abdominal después de comer.
Si eres de las que comes a la carrera, por muy saludable que sea lo que te llevas a la boca, probablemente te sientas más pesada después. Comer deprisa es uno de los factores que más boicotean una buena digestión. La velocidad o la forma en que comes es determinante, afirma Villarino. “Es cierto que en el día a día es difícil tener tranquilidad para dedicar a comer el tiempo necesario, pero muchas veces, el comer en cinco minutos, sentado delante de la pantalla y sin apenas masticar, es más que suficiente para que la sensación de malestar aparezca de forma inmediata o que tengamos sensación de plenitud durante más tiempo”. Cuando comemos deprisa, dice la doctora Crispín,” tragamos demasiado aire, no damos tiempo a la operación de los dientes y la salivación y el estómago tiene que trabajar mucho más”
Para Marta Villarino, no existe ningún alimento “mágico” que haga que nuestra alimentación mejore de manera inmediata. Es cierto que en algunos casos, el tomar algunas infusiones que a base de jengibre o manzanillas con anís estrellado, ayuda a minimizar algunas molestias. Esta opción, la podemos utilizar tanto en comida como en cena, si bien es cierto que en las comidas si luego tenemos que mantener una actividad que requiere que estemos despiertos y poco relajados, pues no es lo más adecuado pero sí una opción perfecta para la cena.
Para la doctora Crispín, comer siempre cantidades moderadas ayuda a reducir el trabajo del aparato digestivo. Asimismo, aconseja el consumo de probióticos (kéfir, encurtidos) y prebióticos (fibra) porque mejoran la microbiota intestinal y por tanto las digestiones. Por su parte, La ingesta, en general, de verduras, frutas, cereales enteros y legumbres, todos alimentos ricos en fibra, facilita el tránsito intestinal. Y no está de más recordar los alimentos ultraprocesados, ricos en grasas saturadas y trans, harinas refinadas y azúcares son nocivos para la salud y la digestión. El café, el té y las bebidas carbonatadas tampoco ayudan.
Uno de los mitos más extendidos respecto a la digestión, sobre todo entre nuestras abuelas, es que bañarse dos horas después de haber comido puede provocar un corte de digestión. “Realmente el problema no está en el estómago con alimento, sino en el descenso brusco de la temperatura que puede provocar un síncope. Y eso también puede pasar con el estómago vacío”, manifiesta María José Crispín.
Hay factores que no están en el plato pero que influyen en una mala digestión. El estrés es uno de ellos porque como argumenta la nutricionista de Clínica Menorca, los cambios físicos que produce pueden afectar a cualquier órgano. “El intestino es el segundo cerebro y se encarga de producir serotonina, la hormona de la felicidad. De ahí la relación entre estrés y malas digestiones. También provoca que comamos más deprisa.
Fumar es otro factor ligado a molestias digestivas, porque como dice esta experta, “estamos llenando el estómago de toxinas”. Igualmente, desaconseja dormir inmediatamente después de las ingestas, porque es más fácil que aparezca reflujo gastroesofágico, o hacer ejercicio intenso. “Esta actividad necesita llevar mucha sangre al músculo, restándola al aparato digestivo que también la necesita para hacer su trabajo, dificultando por tanto el proceso de digestión, incluso deteniéndolo”.
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