No podemos esquivar los golpes de la vida. Antes o después, la adversidad llamará a nuestra puerta. Pero podemos preparar nuestra mochila de herramientas psicológicas para afrontar mejor cualquier problema, obstáculo o conflicto.
La estabilidad psicológica funge como una especie de escudo protector. Nos ancla en medio de una tormenta, pero también nos confiere la flexibilidad necesaria para no “rompernos” con los vientos huracanados. Las personas psicológicamente estables pueden navegar mejor por los periodos complicados de la vida y salir menos dañadas de las crisis.
La persona psicológicamente estable es capaz de afrontar la vida con una dirección y sentido, desde una identidad unificada, manteniendo un equilibrio emocional incluso en las peores circunstancias.
Psicólogos de la Universidad de California, tras analizar 30 rasgos de personalidad en más de 3.000 personas, descubrieron qué tienen en común aquellas que pueden catalogarse como psicológicamente estables y sanas. Concluyeron que “los altos niveles de apertura a los sentimientos, las emociones positivas y la franqueza, junto a un bajo nivel de neuroticismo, fueron particularmente significativos para indicar un funcionamiento saludable de la personalidad”.
Las personas con estas características “estaban psicológicamente bien adaptadas, tenían una autoestima alta, clara y estable, buenas habilidades de autorregulación y una visión optimista del mundo”. Como resultado, eran “personas autosuficientes y relativamente inmunes al estrés”, según los investigadores.
El neuroticismo, en cambio, es un estado marcado por emociones como la ira, la ansiedad, la irritabilidad y la depresión. Las personas con niveles elevados de neuroticismo responden mal al estrés, interpretan situaciones cotidianas como amenazantes, se preocupan excesivamente, suelen experimentar una gran frustración y a menudo se sienten abrumadas por las circunstancias.
De hecho, el neuroticismo se ha asociado con una disminución de la calidad de vida y un aumento de la vulnerabilidad a padecer tanto problemas psicológicos como una amplia gama de afecciones físicas, desde problemas cardíacos hasta alteraciones inmunológicas. Al contrario, un nivel bajo de neuroticismo favorece la estabilidad emocional.
A lo largo de la vida vamos construyendo un patrón de respuesta emocional y cognitiva ante los problemas. En ocasiones, ese patrón se arraiga tanto que sentimos que estamos “condenados” a responder de cierta forma. Creemos que es imposible no preocuparnos, no enfadarnos, no deprimirnos o no agobiarnos ante la adversidad.
La persona estable psicológicamente se ha liberado de esas cadenas. Tiene un repertorio de respuestas ante el estrés mucho más amplio y asertivo sustentado en mapas mentales ricos y flexibles que le permiten adaptarse a los cambios sin que estos le afecten excesivamente.
Por eso, una de las claves para desarrollar la estabilidad psicológica consiste en darnos cuenta de que nuestros patrones de respuesta ante los problemas son tan solo un equipaje que hemos arrastrado durante mucho tiempo. Ese equipaje puede ser muy pesado, pero no es inmutable.
Es cierto que no podemos cambiar una infancia infeliz o un trauma vivido, pero podemos cambiar las creencias que sustentan el mapa mental que hemos formado de nosotros mismos y del mundo.
El primer paso consiste en comprender que el mapa que usamos para guiarnos en el mundo y responder ante la adversidad está formado por nuestras experiencias previas, pero también por la manera en que vemos las cosas y a nosotros mismos. Es solo una representación, no es la realidad en sí misma. Es una imagen que hemos formado de nosotros, pero no somos nosotros.
Obviamente, cuanto más limitado sea ese mapa, más restringido será nuestro repertorio de respuestas, más ansiedad experimentaremos y más nos desestabilizaremos emocionalmente. Por tanto, si el mapa que tenemos de nosotros mismos no puede guiarnos con éxito hasta donde queremos llegar, si ese mapa no puede conducirnos hacia la estabilidad y la paz mental que necesitamos, tendremos que ampliarlo.
El segundo paso consiste en detectar aquellas creencias que nos obstaculizan y mantienen ese desequilibrio, como “soy así, no puedo cambiar”, “no tengo la fuerza suficiente” o “soy demasiado sensible”. Debemos comprender que se trata simplemente de esquemas que no nos ayudan, por lo que es necesario colocar en su lugar creencias más positivas que nos permitan ganar confianza y estabilidad.
Todos tenemos la capacidad de elegir aquello en lo que queremos creer. Podemos cambiar y enriquecer nuestro mapa mental para que sea más completo y nos brinde más caminos alternativos ante la adversidad. Así, cuando llegue la tormenta, no estaremos perdidos y podremos proteger nuestro equilibrio psicológico.
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