Cada vez que inicia un nuevo Abierto de los Estados Unidos, las expectativas que giran en torno a la producción de Roger Federer son enormes. Probablemente no haya público en el mundo que adore más al suizo que el norteamericano. Su boom en los mediados de la década anterior hicieron que ese joven de pelo largo con sus respectivas chombas de la marca de la marca de la pipa enamorara a los fanáticos del deporte blanco en Nueva York y sus cinco títulos en fila hicieron que, de golpe, en un par de temporadas, se transformara en el jugador sensación de la historia del torneo.
Sin embargo, los años pasaron y desde aquel 2008, Federer no pudo nunca más repetir un éxito en el US Open, algo que sorprende porque, además, sus participaciones en el evento no van acompañadas por resultados increíbles, más allá de un par de semifinales y tan solo dos definiciones desde aquella temporada.
Las caídas ante Juan Martín del Potro en el 2009 y ante Novak Djokovic en el 2015 son las máximas producciones del helvético desde su última coronación hace más de diez años, y en esta edición del 2019, cuando se perfilaba como serio candidato junto con Rafael Nadal luego de la temprana eliminación del serbio Djokovic en manos de su compatriota Stanislas Wawrinka, Federer no supo aprovechar la chance y se despidió jugando bastante mal su encuentro correspondiente a los cuartos de final frente a Grigor Dimitrov, quien lo venció por primera vez en su carrera, en un encuentro que duró cinco sets.
Más allá de la derrota, de algunas dolencias físicas que incomodaron al ex número uno del mundo en el desarrollo del partido y del nivel espectacular que mostró Dimitrov durante todo el choque, lo que preocupa es ver a Federer apurado, ansioso en momentos claves, cuando ese fue el verdadero fuerte de toda su carrera, saber marcar la distancia en los puntos claves, algo que se fue perdiendo con el paso de los años y que, cuando llega la segunda mitad de la temporada, se nota que va mermando cada vez más en los enfrentamientos a los que se somete el suizo.
Sus errores desde el lado del drive parecen hacerlo entrar en duda durante los puntos y eso es algo que, en instancias claves, le juega en contra, tal como le sucedió ante el búlgaro en estos cuartos de final, ya que no supo como resolverlo y terminó despidiéndose y dejando pasar una buena chance de cosechar su Grand Slam número veintiuno.
Con esta derrota, Federer cerró su undécimo año sin título en el US Open y una nueva temporada sin certámenes de Grand Slam, la primera desde el 2017, cuando había conquistado, al menos, uno por año.
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