Decidí desistir de buscar al ‘príncipe azul’ que me vendieron los cuentos de Disney y empaparme más de lo que significa un hombre real.
Sí, así como ahora estamos en el ‘boom’ de las ‘mujeres reales‘, en una contraposición de las modelos talla cero que nos muestran los medios de comunicación -como prototipo de perfección pues yo tengo que decir que prefiero a un hombre así: completamente real.
¿Qué es un hombre real? Sin duda, más que un hombre es un ser humano, lleno de debilidades pero también de infinidad de cosas buenas. No es un ‘príncipe azul‘ que me lleva a vivir a su lujoso castillo de por vida y me da inimaginables lujos; tampoco es el que todas las mañanas me despierta con rosas en la almohada y lleva el desayuno a la cama. Es el hombre que quiero y punto, y eso no lo exime de que, en cualquier momento, pueda hacer algo que me cause molestia o decepción, así sea sin intención alguna.
Debo admitir que, debido a las experiencias, me he vuelto más exigente, pero es por la misma razón que ahora sé lo que quiero y lo que no. Sin embargo, trato de equilibrar estas exigencias o aspectos que en este punto de mi vida no son negociables, con una persona que es completamente distinta a mí y de la que no puedo esperar que sea mi alma gemela (en serio, ¿ustedes creen que existe?).
Cuando digo esto no me refiero a que es necesario aceptar comportamientos de la pareja que estén en contra de los valores propios, sino que debe existir un punto medio entre ambos en el que juntos estén felices. Si no se está dispuesto a llegar a acuerdos, lo mejor es decir adiós lo más pronto posible.
No se trata entonces de pensar que aunque se este construyendo una relación y todo vaya muy bien, por un detalle insignificante (como por ejemplo un gusto musical, una ideología, una situación personal, entre otros) se deba mandar todo a la basura. Por eso, hay ocasiones en las que prefiero ceder ante ciertas situaciones, así como también exijo que mi pareja lo haga.
También creo que idealizar a alguien no es una decisión muy acertada, porque cuando uno se da cuenta de que él también comete errores, que es más humano que príncipe, que de lo que uno conoció en el principio no queda ni el rastro, es cuando el golpe es más duro.
Por esto he decidido dejar de buscar al príncipe de cuentos de hadas y preferir a un hombre lleno de defectos, pero perfecto para mí. Al fin y al cabo, el amor no viene con carta de presentación.