Por supuesto, compra siempre en establecimientos que te ofrezcan todas las garantías y, ¡muy importante!, mantén en lo posible la cadena de frío. Utiliza bolsas isotérmicas para los productos congelados y para, al menos, el pescado. En verano hay que ir directamente del supermercado a casa; nada peor que dejar la compra en el coche a pleno sol mientras realizas otra actividad. Recuerda que la mayoría de los productos que llevas requieren nevera lo antes posible.
En el caso de los congelados, nunca los vuelvas a congelar. Si ya se ha iniciado el proceso de descongelación, consúmelos ese mismo día. Además, asegúrate que los alimentos estén descongelados completamente antes de cocinarlos.
En verano, se recomienda especialmente la adecuada y total cocción de los alimentos para eliminar la posible presencia de microorganismos perjudiciales para la salud. Si no quieres renunciar a platos que incluyan pescado crudo (boquerones en vinagre, sushi) congélalos antes de utilizarlos (la congelación hará el mismo efecto que el calor del fuego). Así evitarás el anisakis (parásito presente en distintos pescados que sólo es peligroso en caso de alergia).
También es preferible consumir el marisco cocido y siempre estando segura de su procedencia y calidad. Si detectas un fuerte olor (parecido al amoniaco), deséchalo.
Los huevos son también especialmente problemáticos en verano. A la hora de comprarlos, fíjate en su fecha de caducidad y cuando llegues a casa consérvalos en nevera. Cuidado con su manipulación porque esconden la salmonella, grupo de bacterias responsables de la mayoría de las intoxicaciones alimentarias veraniegas y de la que hablaremos después más a fondo. Cuaja bien las tortillas y si haces mayonesa (en esta época es aconsejable utilizar la de bote) prepara solo la que vayas a consumir. No guardes la que sobre.
Por último, lava bien cualquier fruta o verdura antes de su consumo, especialmente las que se toman crudas en las ensaladas tan propias de esta estación.