El cáncer que se desarrolla en los órganos digestivos está vinculado con la alimentación hasta en un 90% de los casos. Si nuestra dieta está basada en un alto consumo de grasas perjudiciales incrementamos el riesgo. Ellas favorecen la formación de los radicales y el aumento de la oxidación del organismo, que puede derivar en el surgimiento de la enfermedad. Las grasas también propician el aumento del colesterol malo, o LDL, responsable del surgimiento de células tumorales.
Alimentación para la prevención
Las vitaminas y minerales que contienen las frutas y verduras tienen una alta capacidad preventiva. Son efectivos antioxidantes que previenen la formación de los radicales libres y activan el sistema inmunitario. También inhiben la proliferación celular.
El beta caroteno, selenio y vitaminas C y E son antioxidantes por naturaleza. Están contenidos en verduras rojas, anaranjadas, amarillas y algunas verdes. Contienen cuantiosos fitonutrientes, muy beneficiosos para el organismo. Están presentes en hierbas, especias, verduras, té, café, chocolate, nueces, manzanas, cebollas, bayas, cebolleras, ajo, puerro y cebollas.
La fibra contribuye a agilizar el tránsito intestinal de los alimentos. Favorece la nutrición y sostenimiento de una microbioma saludable, lo cual disminuye el riesgo de cáncer. Cereales, semillas, pan, pastas, todos integrales, contienen altas cantidades de fibra. También las legumbres, algunas frutas y verduras.
Las proteínas están contenidas en las carnes de vacuno, cerdo, ternera, cordero, pollo y pescado, en productos lácteos y huevos. Pero hay que tener cuidado con el consumo de las carnes rojas. También de sus procesados como tocino, jamón, embutidos, salchichas, entre otros, pues se les vincula con el cáncer.
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