Existe en la persona que padece de bulimia una necesidad de llenar un vacío emocional. Una necesidad desesperada de ser amado y aceptado por los demás, especialmente por los las personas significativas de su vida. Esa sensación de vacío emocional provoca la acción compulsiva de comer para llenarlo a cualquier costo. Para la persona, a nivel subconsciente, la comida es sinónimo de amor. Esto nos remite a la relación con la madre. Es probable que la persona que sufre de bulimia no se haya sentido suficientemente amada por su madre, o por lo menos no de la manera que hubiese necesitado. Quizás se trate de una madre muy exigente o insegura con ella misma, transmitiendo esa misma inseguridad a su propia hija. Quizás las circunstancias de su nacimiento no fueron las mejores y la niña percibió un rechazo que dio origen al vacío emocional. Puede también que la niña haya sido abusada sexualmente por algún adulto y que la madre no haya reaccionado a tiempo para protegerla, ya sea por ignorancia, por miedo o por complicidad con el agresor.
Cierto es que la bulimia se remonta a una carencia en la calidad del afecto recibido por parte de la madre. Puede que se trate directamente de una madre ausente o indiferente o bien de una madre demasiado centrada en sí misma, incapaz de percibir las necesidades reales de su pequeña.
En definitiva, la bulimia es una búsqueda equivocada y desesperada de encontrar el “buen alimento”, la “buena leche”, la “buena madre”.
Este desequilibrio podría aparecer en la pubertad y adolescencia, cuando las presiones sociales sobre el aspecto físico comienzan a ejercer influencia sobre la persona. Es en esta etapa en la que la persona comienza a despertar su sexualidad y todas las vivencias asociadas a ella provenientes de su infancia. No solo vivencias relacionadas con su sexualidad sino también al cuerpo en general, a la belleza o fealdad, a la aceptación social de acuerdo a su aspecto físico y a los conflictos que surjan a partir de la exigencia de la persona que padece de bulimia de encajar en los cánones de belleza esperados por su entorno.
Lo que subyace al problema es una profunda inseguridad, una angustia crónica relacionada con el propio cuerpo, la sensación de “no encajar”, de no ser suficiente, una vergüenza oculta que puede deberse a abusos sexuales no resueltos, y una inmensa necesidad de ser amada, protegida y aceptada.
Lo que la persona siente hacia su cuerpo es miedo y asco. Miedo a no poder controlar sus impulsos y asco por las consecuencias de su descontrol. Este mismo miedo y asco puede remontarse a alguna situación de su infancia en la que sintió miedo hacia alguien y asco por su accionar. Por eso es muy probable que existan connotaciones sexuales relacionadas con su problema.
El Origen Ancestral y Espiritual
A nivel ancestral la persona que padece de bulimia podría estar viviendo una lealtad o alianza inconsciente con algún antepasado o ancestro cuya relación con la alimentación definió su destino. Por ejemplo, con alguien que murió de hambre. Puede que la persona que sufre de bulimia actúe de manera compulsiva en su afán de reparar esa vida, alimentándose por demás para revertir el destino de su ancestro, “guardando provisiones para cuando falten”.
Lo que puedes hacer…
Si sufres de bulimia, debes evaluar cómo es la relación con tu madre. Deja que afloren tus sentimientos, sin importar cuales sean: si sientes odio, vergüenza o rechazo, permite que estos salgan a la luz. Recuerda que todo lo que permanece reprimido tiende a manifestarse con más fuerza por canales inapropiados. Permite que afloren estos sentimientos en el contexto adecuado, no es cuestión de que comiences una guerra ahora con tu madre. Comenzar con una terapia o programa de autoconocimiento para elaborar los traumas y heridas es la clave para el proceso de sanación. Son los pasos que te llevarán a tener una vida más plena y satisfactoria y a ser más feliz contigo misma.
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