Nunca hay un mal momento para iniciarse en el cuidado de la piel, o para afianzar los conceptos básicos que nos permiten que nuestro rostro luzca impecable cada mañana. Si te preocupa tu apariencia, que los poros te jueguen una mala pasada o que ya no se vea tan luminosa como antes, no te pierdas estas pautas con las que vas a convertirte en la mejor guardiana de tu piel.
La primera rutina debe ser simple, comenzando por los productos básicos y ampliando según le convenga a nuestra piel. En cualquier caso hay tres pasos que hay que seguir siempre: limpieza, hidratación y protección.
La primera regla general del cuidado de la piel es que debemos limpiar nuestra piel dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche. La primera ayudará a eliminar cualquier evidencia de sudor o aceite que quede en la almohada, mientras que la segunda eliminará el maquillaje, además del exceso de grasa, las células muertas o la contaminación que se acumula en la piel a lo largo del día.
Al elegir un limpiador facial, los principiantes deben optar por uno suave e hidratante, porque cualquier tipo de piel lo tolerará. Es importante buscar uno que no tenga fragancia, que tenga ingredientes mínimos y ceramidas o glicerina para restaurar y mantener la barrera cutánea.
Tras la limpieza llega la hidratación, y aquí se recomienda obtener un humectante sin aceite y sin fragancias, algo que también es tolerado por todos los tipos de piel, desde las que son propensas al acné hasta las más sensibles. Si nuestra piel tiene problemas específicos y queremos abordarlos en este paso, podemos buscar una crema hidratante que esté formulada con ingredientes adicionales que traten necesidades específicas.
En ningún caso las pieles grasas o propensas al acné deben omitir el uso diario de humectantes ya que si lavamos, pero no hidratamos, nuestra piel puede terminar produciendo demasiada grasa o podría irritarse. En este caso, se debe buscar humectantes no comedogénicos, para que los poros no se bloqueen y terminen causando más brotes.
El último paso imprescindible es el protector solar, sea cual sea la época del año de la que hablemos. El protector solar es la primera línea de defensa y de protección contra el cáncer de piel, así que es importante encontrar el protector con un SPF 30 o superior para aplicarlo como paso final de la rutina.
A la hora de elegirlo, es importante decidir si lo preferimos a base de químicos o de minerales. Estos últimos funcionan como un escudo, evitando que los rayos de sol penetren en la piel gracias a ingredientes como el óxido de cinc. Por su parte los protectores solares químicos protegen la piel contra los rayos UV al absorberlos, confiando en ingredientes como el octocrileno o la avobenzona.
Cuando confeccionemos nuestra rutina, o la desarrollemos con el paso del tiempo, no debemos olvidar que “menos es más” y lo más importante es ser constantes en la utilización de los ingredientes activos que necesita nuestra piel. Antes de cambiar o experimentar porque un producto no funciona, debemos darle la oportunidad a nuestra piel de acostumbrarse a un producto o agente activo durante al menos dos o tres meses. A no ser, claro, que nos cause irritaciones o reacciones alérgicas, en cuyo caso debemos mantener el uso de inmediato.
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