En el gran partido del certamen, el español levantó dos match points ante el canadiense y se instaló en los cuartos de final de Roma.

No pudo ser para el rubio ante el Matador. Es que Rafael Nadal hizo valer su peso, su historia y su gran estado físico para doblegar al canadiense Denis Shapovalov en tres parciales, con un marcador final de 3-6, 6-4 y 7-6 (3), para así instalarse en los cuartos de final ras una épica batalla, digna de los tiempos e n donde los Gladiadores se trenzaban en el medio del Coliseo, a escasos metros del Foro Itálico.

Todo comenzó ampliamente favorable para Sahpovalov, quien jugando el mejor tenis de su vida, le estaba haciendo pasar el peor de los ratos a Nadal, el múltiple campeón en el Masters 1000 romano. Con un marcador favorable de 6-3, 3-0 y hasta contando con un break point para colocarse 4-0 en ese segundo parcial, Shapovalov florecía en el Copurt Central de Roma y todo anunciaba que el final estaba realmente cerca.

Pero con Rafa nunca se sabe, y pocas veces se puede. Y lamentablemente para el canadiense, el tampoco pudo. La Bestia de Manacor recuperó ese ímpetu que tanto lo caracteriza y salió a comerse a su presa desde ese instante, y con un tenis sólido, lejos de lo mostrado hasta ese momento, remontó el score, lo dio vuelta y forzó el tercer parcial,, tras el 6-4.

Allí, Shapovalov golpeó primero y quebró en el cuarto juego. Con un }3-1 a su favor, la victoria parecía encaminada, pero Rafa lo volvió a realizar. El español quebró en el juego siguiente y llegaron al duodécimo juego con ambos manteniendo el servicio. El rubio de Canadá contó con dos match points, que claramente desperdició y en el tie-break, la Fiera lo atrapó y lo hizo sucumbir.

Así, Rafa volvió a rememorar los tiempos de Gladiadores en el Coliseo y Shapovalov quedó como la estrella que casi le saca el protagonismo de las manos al eterno campeón. Lo único que importó, más allá del show, es que Nadal lo hizo una vez más y se instaló en cuartos de final de Roma, torneo que ganó en reiteradas oportunidades y recobró, así, el gran espíritu competitivo característico de su juego, que pareció haberse olvidado la pasada semana en Madrid.