En el año 2006 asistí a una conferencia en la Universidad de Harvard. Allí rodeado de “celebridades” del mundo de la medicina, una frase lanzada desde el púlpito cayó como una bomba en medio del auditorio. “Por primera vez en la historia, nuestros hijos vivirán menos años que sus padres”. La afirmación era grave y probablemente a mí mismo, hijo de un médico prestigioso me hubiera costado trabajo creerla en cualquier otro ámbito. Pero todos allí eran reconocidos expertos en el campo, y las conversaciones “detrás de escena” revelaban una preocupación nada fingida. Después todo tenía sentido: en mi propia experiencia como médico había visto llegar al consultorio a adolescentes cuyas arterias parecían las de personas adultas; tenían cuadros de hipertensión y diabetes, hacían poca o ninguna actividad física y su alimentación era todo lo contrario a lo que sus cuerpos estaban necesitaban.
Aquella conferencia de Harvard se hacía eco de otro estudio publicado en 2005 en el prestigioso New England Journal of Medicine. En el artículo, el Dr. Jay Olshansky y colegas afirmaban que la expectativa de vida de los seres humanos, que había demostrado un aumento sostenido durante miles de años sólo interrumpido ocasionalmente por desastres naturales, hambrunas, guerras o epidemias había comenzado a disminuir en los últimos 30 años. ¿El principal sospechoso? El estilo de vida moderno; nuestros hábitos de alimentación y actividad física.
¿Pero qué tiene que ver nuestro estilo de vida con la expectativa de vida o con la salud en general? Por empezar, la obesidad. Es sabido que la abundancia de alimentos ricos en grasa y azúcares, combinados con la poca actividad física da como resultado un aumento de peso. Pero no se trata de unos inocentes kilitos de más. Los estudios científicos demuestran desde hace tiempo que la mala alimentación y el sobrepeso aumentan el riesgo de desarrollar enfermedades como hipertensión, diabetes y varios tipos de cáncer; de hecho, se calcula que la obesidad está asociada con unas 300 complicaciones de salud . Entre todas ellas se destaca el temible síndrome metabólico; un cóctel explosivo de hipertensión, sobrepeso, niveles elevados de azúcar (hiperglucemia) y grasas en sangre, y bajos niveles de colesterol “bueno” (una sustancia que ayuda a limpiar las arterias). Esta verdadera bomba de tiempo aumenta varias veces el riesgo de ataques cardíacos, enfermedades cardiovasculares o accidentes cerebrovasculares, también conocidos como ACV, que provocan la interrupción del suministro de sangre al cerebro. De nuevo: a diferencia de lo que ocurría hace apenas unas décadas, todas estas enfermedades ya no son patrimonio exclusivo de las personas adultas.
Nunca como en la actualidad hubo tanta gente obesa en el mundo. En nuestro país, más de la mitad de la población adulta tiene sobrepeso (es decir está por encima del peso saludable) y obesidad. Esto equivale a decir que la mitad de nuestros compatriotas, (tal vez su familia o usted que lee estas líneas) está en riesgo. Una encuesta publicado en la Revista Forbes va más allá: atribuye a la Argentina un 64% de sobrepeso, colocándolo en el puesto nº 13 del ránking de “países más gordos”. Estados Unidos, ocupa el noveno puesto con el 74%. Los 8 primeros puestos se reparten entre países del Pacífico Sur, encabezados por Nauru con un increíble 94, 1%. Las cifras varían, pero todos coinciden en que los niveles de sobrepeso son alarmantes.
Desde hace unos años, los principales especialistas en salud advierten que si no hacemos algo pronto, cada vez habrá más personas obesas, y más enfermedades relacionadas con la alimentación. Para la Organización Mundial de la Salud hay en el mundo 1600 millones de personas con sobrepeso (400 veces la población de Argentina), y está proyectado que la cifra crezca en un 40% en los próximos 10 años. Sólo basta con observar una calle transitada en Estados Unidos, uno de los países con más obesos del mundo, para darnos una idea de nuestro futuro cercano. Un estudio publicado afirma que para el año 2050, el 100% de la población norteamericana tendrá sobrepeso. Aunque la bomba está aquí entre todos nosotros, pocos son capaces de advertirlo.
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