Aunque a veces, en caso de enfermedades o lesiones, una experiencia sexual completa no es posible en el matrimonio, una vida sexual activa es necesaria para mantener en marcha esa energía vital que caracteriza a una relación que atraviesa los primeros meses y aumentar el encanto.
En los primeros momentos de una relación de pareja, durante la fase de enamoramiento, la pasión brota de los protagonistas de manera espontánea, pero cuando la relación se acomoda, el quehacer diario se adueña de sus vidas y aparece la temida rutina.
Las relaciones modernas se “oxidan” antes de lo que solían hacerlo las parejas, porque sus vidas se interponen en el camino de la relación cotidiana, y es más probable que las parejas se asienten más pronto de lo que lo hicieron alguna vez.
Si bien no siempre será posible recrear el volumen erótico de los primeros meses de enamoramiento, para los expertos tampoco es necesario. Cada pareja deberá respetar las condiciones sexuales de cada etapa de la relación, que no siempre es lineal ni mantiene la misma intensidad.
El estrés, las responsabilidades de la vida cotidiana y el influjo tecnológico son factores que hay que tener muy en cuenta por el impacto que tienen sobre la comunicación y la vida sexual.
Luna de miel para siempre
Si bien la mayoría de los individuos está familiarizada únicamente con las primeras, las relaciones se desarrollan siempre en etapas. Extender la fase de luna de miel de manera indefinida es lo que la gente define como “felices para siempre”. Sin embargo, la vida real no es tan romántica como el noviazgo y la luna de miel.
Con el desarrollo de la intimidad, el amor madura y la magia se desvanece. La pareja comienza a relajarse y a mostrar sus “yo” más íntimos y menos perfectos.
Lo más importante es que el amor por el otro continúe, junto con las ganas de poder implementar nuevas conductas para mejorar la relación de pareja, y recuperar la etapa inicial.
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