La carne roja no es “mala” ni “buena”. Es un alimento más y, como sucede con cualquier otro, debe ser consumido con moderación y a conciencia. ¿Se puede vivir sin ella? Sí. ¿Se debe vivir sin ella? No necesariamente.
Para empezar, vamos a recordar sus beneficios nutricionales. La carne roja es rica en proteínas de buena calidad y, sobre todo, es una excelente fuente de hierro que contribuye a prevenir o controlar estados de anemia. También aporta potasio, fósforo, zinc y vitaminas del complejo B. Además, como tiene alto poder saciante, mantiene al aparato digestivo ocupado por largo tiempo.
La porción justa: Ni mucho, ni nada
Lo aconsejable es comer carne roja dos o tres veces por semana. La porción recomendada equivale a entre 100 y 120 gramos, lo que sería una hamburguesa casera, un bife finito de nalga, dos milanesas de peceto o dos rebanadas de colita de cuadril. En cualquier caso, es importante que se elijan cortes magros, es decir, con poca grasa.
Todas las carnes tienen similar valor nutritivo. Por eso, el resto de los días conviene dejar lugar para las carnes blancas y, también, para las legumbres. Así sería un posible cronograma:
* Carnes rojas magras: 2 ó 3 veces por semana.
* Aves sin piel: 2 veces por semana.
* Pescados y mariscos: 3 veces por semana
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