La leche y los productos lácteos parecen también tener efectos beneficiosos sobre la presión arterial. Un estudio realizado por la Universidad de Navarra en 5.880 individuos de todas las edades observó una reducción del riesgo de nuevos casos de hipertensión de hasta el 54% en adultos con un alto consumo de productos lácteos desnatados.
La ingesta de calcio y vitamina D en la dieta, dos componentes muy presentes en los lácteos, se ha relacionado con una menor probabilidad de padecer hipertensión.
El consumo diario de lácteos también puede ayudar a controlar el peso y prevenir la obesidad, tanto en niños como en adultos. Está demostrado que los niños que consumen mayor cantidad de calcio, presente sobre todo en la leche y los productos lácteos, tienen un menor índice de masa corporal (IMC), lo que podría disminuir su riesgo de padecer obesidad en la edad adulta.
En la actualidad, se dispone de una amplia evidencia científica con respecto a la disminución de los niveles de colesterol como consecuencia del consumo de leche y otros productos lácteos como el yogur. En algunos estudios al suplementar la dieta con yogur o leche se consiguieron disminuciones del 5% en los niveles de colesterol.
El calcio es esencial para la salud de los huesos y los productos lácteos son la principal fuente de calcio en la alimentación. De hecho, en la dieta media, los lácteos proporcionan entre el 65 y el 75% de la Cantidad Diaria Recomendada (CDR).
Además, el calcio procedente de la leche, el yogur, el queso y la mantequilla, gracias a su alto contenido en lactosa, es particularmente biodisponible, es decir, se asimila mejor que el de otros alimentos. La vitamina D, presente en mayor cantidad en la nata y en la mantequilla, contribuye también a la absorción y utilización normal del calcio. Los productos lácteos también son fuente de potasio, magnesio, zinc y fósforo, minerales constituyentes de huesos y dientes.
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