Crear el ambiente idóneo. Proba con a ventilar su habitación un rato antes de acostarlo en la cuna, y, luego, comproba que la temperatura oscila entre los 22 y los 24º C. La temperatura y la sensación del ambiente son factores que afectan a que el bebé duerma mejor o peor.
Seguir siempre el mismo ritual para acostarle. De los 6 a los 12 meses, el bebé empieza a entender las relaciones causa-efecto. Por eso, si practicás con tu hijo a diario la misma rutina antes de llevarle a la cuna, podrá relacionarlo con el hecho de que es hora de descansar. Le dará seguridad y se irá confiado a dormir.
Bañarlo. Recurrir a bañarlo puede ser un paso en la rutina diaria. Eso si, comproba que el agua caliente los tranquiliza y no lo despierta, ya que a algunos bebés les pasa.
Practicarle un masaje facial. Masajeale la cabeza, la cara, las sienes, a través de movimientos circulares durante un minuto aproximadamente. Podes seguir acariciándole la nariz y, sobre todo, el entrecejo. Si lo haces de arriba a abajo, y de manera suave, conseguirás relajar a tu pequeño.
Mecerlo en brazos. Los vaivenes en brazos de mamá o de papá ayudan a los pequeños a acompasar su ritmo cardiaco y su respiración, lo que les ayuda a conciliar el sueño. Además, les hacen sentirse protegidos, una sensación esencial para poder superar la ansiedad por la separación.
Cantarle una canción. Al cantar liberamos endorfinas, unas hormonas que producen serenidad. Aún así, lo más curioso es que este estado de bienestar se da tanto en el que canta como en el que escucha. Por eso las canciones infantiles funcionan tan bien.
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