Aunque sabemos que el estilo de vida actual tiene un impacto en la salud en diferentes niveles, ¿pueden realmente las pocas horas dedicadas al sueño ser responsables de la falta de “brillo”?
La australiana Olivia Arezzolo, especialista en sueño decidió desentrañar la verdad y utilizó fotos y datos científicos para medir el impacto de las noches cortas en su piel.
Para ver los efectos, Arezzolo comparó las imágenes después de una noche de ocho horas, luego de seis horas y finalmente de cuatro. Cuando se despertó de la noche más larga, sus rasgos se veían descansados, “los poros apretados, las arrugas no muy visibles, la tez es uniforme”. Con seis horas de sueño, notó que su “piel es un poco más opaca de lo habitual”. Después de una noche de cuatro horas, su piel estaba más grasa, aparecieron granos, círculos oscuros marcados, la piel menos lisa, más opaca, sin vida y los signos de la edad más pronunciados.
Los datos científicos
Olivia Arezzolo explica que durmiendo cuatro horas “la regeneración de la barrera cutánea se reduce en un 30%”. Además, la falta de sueño produce “un aumento del 37% en la secreción de cortisol, la hormona del estrés”. Un cóctel explosivo que se puede ver directamente en la epidermis.
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