Empezar una dieta y no poder dejar de pensar en comer cosas ricas, o no querer acordarnos de nuestro ex y que lo único que se nos venga a la cabeza sea su recuerdo, o querer dormirnos y ver cómo pasan las horas y por más que intentemos relajarnos, más despiertos y sin sueño nos quedamos son algunos de los ejemplos de lo que nos pasa a todos. En muchos momentos somos ineficaces cuando queremos detener una preocupación, o pensar en otra cosa, sobre todo si lo que estamos pensando nos atormenta.
Lo mismo pasa cuando queremos distraernos de un dolor. Los intentos de controlar estos estados y situaciones fallan y logramos atraer aquello que queremos alejar. No es sólo que cometemos errores, sino que una gran parte de ellos caen en una categoría especialmente grave: el error precisamente contra-intencional.
Varios estudios realizados demostraron que los efectos paradójicos de la supresión mental surgen en aquellas ocasiones en las que el individuo se ve sometido a una alta carga cognitiva. Esto se debe a que, si la persona se encuentra bajo presión, el proceso de funcionamiento controlado se encuentra reducido en su capacidad de generación de pensamientos distractores, y es entonces cuando el proceso de supervisión automático, que demanda pocos recursos cognoscitivos, hace que afloren a la conciencia todos aquellos contenidos mentales que precisamente se trataban de evitar.
Esto que sucede no es producto de la casualidad, sino de los efectos paradójicos del control mental e intentos conscientes de ejercer el control cuando la situación que estamos atravesando es estresante. Esto hace que falle y que se produzca el efecto contrario. Cuanto más importante es la situación para nosotros, más fácilmente pueden aparecer estos procesos irónicos. Dicho de otra forma, a mayor estrés, menor es la capacidad de control de nuestra mente.
Por lo tanto, abandonar el intento de control es la estrategia para salir de una situación que de otra manera sería imposible. La mejor manera de abordarlos es tratar rápidamente de poner la atención en otra cosa. Cuando no pueda hacer algo, no intente enfrentar o combatir ese tipo de pensamientos y menos que menos tratar de controlarlo, porque le ganaran la batalla, pensará más en aquello que no quiere pensar. Hay que escaparse y llevar a la mente para otro lado; de esa manera evitará la ironía a la que a veces nos somete nuestro cerebro.
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