Los tres pilares para estar en forma

Alimentación

Comer sano implica consumir diferentes grupos de alimentos en cada ingesta para lograr un aporte equilibrado de nutrientes y proteínas. El cambio empieza a notarse cuando le damos prioridad a los productos frescos y no a los procesados. No hay que olvidar el consumo diario de frutas, verduras y hortalizas, porque son los que nos van a proporcionar gran parte de las vitaminas, minerales y fibras, nutrientes fundamentales para el desarrollo saludable del organismo.

El consumo de fibras es también muy importante para regular el tránsito intestinal y dar la sensación de saciedad, lo cual ayuda a no consumir calorías de más. Sumado a eso, uno de los hábitos sanos para el corazón es limitar el consumo diario de sal. Se aconseja reducir el consumo de grasa (especialmente grasa saturada) y colesterol (carnes rojas grasas, leche entera, quesos elaborados con leche entera, huevos, platos a base de crema y postres que contengan mucha grasa). Seguir una dieta equilibrada puede ayudar a disminuir tres de los principales factores de las enfermedades del corazón: colesterol elevado, hipertensión arterial y exceso de peso.

Ejercicio

Fundamental para acelerar el metabolismo, quemar calorías y mantenernos ágiles. Como básico, se recomienda el ejercicio aeróbico (tipo caminatas rápidas, trote o ciclismo) por lo menos tres veces por semana durante 30 minutos para fortalecer el corazón; otra opción son períodos cortos de ejercicio físico (que juntos sumen 30 minutos por día). No hay excusas: 10 minutos a la mañana, 10 a la tarde y 10 a la noche son tan beneficiosos para la salud como media hora por día. Después, cualquier actividad física o deporte que quieras agregar para complementar, suma (y mucho). El secreto es elegir alguna disciplina que realmente disfrutes y te guste mucho.

Descanso

Estudios recientes concluyen en que por cada hora adicional de sueño, a partir de las 7 horas, se consigue reducir en un 36% el riesgo de sufrir sobrepeso. Uno de los motivos es que la falta de descanso hace que las hormonas implicadas en la regulación del apetito (la leptina y la grelina) se desequilibren. En concreto, cuando no se descansa bien, la leptina (que regula el efecto de saciedad del apetito), está en niveles bajos; y al contrario, la grelina aumenta sus niveles estimulando así el apetito. Por tanto, si no se duerme bien, se favorece que se tenga más hambre. Además, el no conciliar bien el sueño nos puede producir una sensación de ansiedad que lleva a hábitos alimenticios poco saludables.

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