Lo último sobre ácido hialurónico

Conocemos el mantra más importante de la belleza: beber dos litros de agua por día es indispensable. Todo en nuestro cuerpo depende de una buena hidratación: desde el funcionamiento de los órganos al equilibrio hormonal. Además, asegura articulaciones lubricadas, temperatura regulada, sangre libre de toxinas, células bien alimentadas y la piel impecable.

Sin embargo, el agua no trabaja sola en el organismo. Su socio se llama ácido hialurónico (AH): “Una molécula que se encuentra naturalmente en el cuerpo y tiene la capacidad de absorber y retener agua hasta mil veces su peso, por eso se le llama la esponja molecular”, cuenta Patricia Dermer, química y doctora en Análisis Biológicos, creadora de Lidherma. Y el AH no es un socio minoritario, su papel es fundamental porque hasta forma parte de los tejidos que sostienen la columna vertebral.

Pero este, como todos los activos que poseemos al cien por ciento desde que nacemos, a medida que pasa el tiempo, mengua. “A partir de los 25 años el ácido hialurónico empieza a reducirse, porque nuestra piel no sólo lo genera, sino que también lo degrada naturalmente y a diario, en un 50%”, explica Verónica Muchnik, dermatóloga oficial de Natura.

De ahí la necesidad de incorporarlo en las cremas de tratamiento.

Recién a mediados de los ´90 las marcas de belleza empezaron a incluirlo en sus fórmulas, ya que hasta ese entonces, como casi todos los súper ingredientes para restaurar los tejidos cutáneos, estaba destinados a resolver otros asuntos médicos.

Además, su presencia pasaba desapercibida. Leer las etiquetas de los productos no era una práctica habitual. Los componentes quedaban opacados bajo un slógan que sólo mencionaba el resultado: limpiar, hidratar, nutrir. Hasta ese entonces, muchas sustancias eran sólo nombres intrincados y propiedad privada de los científicos. Pero a medida que nos volvimos exigentes con el cuidado de la tez, las marcas entendieron que era hora de abrir los expedientes de sus fórmulas.

Y todo lo que apenas podíamos pronunciar se volvió familiar. Lo más llamativo es que esos poderosos agentes de rejuvenecimiento estaban más cerca de lo que creíamos, en nuestro propio cuerpo. Aprendimos a despejar la X y entendimos que el gran descubrimiento de los laboratorios fue ayudarnos a recuperar lo que está presente en el organismo y perdemos con la edad.

El AH es una molécula muy especial, con una plasticidad que posee innumerables usos en diversas especialidades médicas.
Inicialmente, su función más conocida era la de “relleno” de la piel ante la pérdida de turgencia y elasticidad. La importancia en el desarrollo de los diferentes pesos moleculares representa la evolución más significativa de estos tiempos. Por ejemplo, las de alto peso alisan la epidermis: este ácido forma una malla que sostiene y rellena. Y las de muy bajo peso llegan hasta las capas más profundas logrando una hidratación perfecta. Combinando distintos tipos de ellas logramos brindarle al cutis hidratación, relleno y alisado.

El ácido hialurónico también disminuye las líneas de expresión y previene la pérdida de firmeza y la aparición de nuevas señales en el rostro. Hoy contamos con productos que además de impulsar la auto hidratación de manera inteligente, mantienen el equilibrio de los microorganismos de la epidermis y reparan las marcas de la edad según las necesidades particulares de cada zona del cutis. El jurado lo declara ingrediente ilustre de nuestro necessaire de belleza.

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