Introducilos en tu rutina de belleza si quieres tener una piel eternamente joven

Ácido hialurónico

Es una sustancia que se encuentra de manera natural en nuestro organismo. A medida que envejecemos su presencia va disminuyendo, lo que provoca pérdida de volumen y de firmeza y la aparición de arrugas. Su principal característica es su capacidad de atraer y retener el agua, por lo que hidrata la piel, le proporciona un aspecto más terso y ayuda a rellenar las pequeñas arrugas y líneas de expresión.

Ácido AHAS

Los alfa hidróxiácidos son ácidos, conocidos como ácidos AHAS, que se encuentran en diferentes productos naturales y cosméticos. Dentro del grupo de los AHAS encontramos el ácido glicólico, procedente de la caña de azúcar, que sirve para acelerar el proceso normal de exfoliación de la piel, y el ácido láctico que proviene de la leche y colabora con la retención de la humedad, logrando una piel más suave.

Retinol

El retinol, o vitamina A, forma parte del grupo de las vitaminas antioxidantes pero, a diferencia de la C o de las del grupo B que son hidrosolubles, el retinol no se elimina con la orina, sino que es soluble en grasas o aceites (liposoluble). Evita el envejecimiento prematuro de la piel y combate eficazmente los radicales libres, estimula la producción de colágeno, lo que se traduce en una piel más lisa y uniforme, combate el acné existente y previene su futura aparición, cierra el poro y proporciona luminosidad.

Vitamina C

Conocida también como ácido ascórbico, es un micronutriente hidrosoluble que los seres humanos no pueden sintetizar, a diferencia de la mayoría de los mamíferos. Aparte de reafirmar la piel por estimulación de colágeno nuevo, tiene poder antioxidante, fundamental para proteger las proteínas, lípidos y ADN, del daño producido por los radicales libres que se generan con el propio metabolismo de la piel, así como con el sol y los agentes contaminantes.

Neuropéptidos

Son aminoacidos unidos entre sí liberados por las neuronas como mensajeros intercelelulares entre los cuales unos funcionan como neurotransmisores y otros, como hormonas. De esta manera, ejercen la función de ‘teléfono celular’: el cerebro envía mensajes a la piel y viceversa.