En ocasiones, dentro de una relación, pensamos que las cosas no funcionan tan bien como nos gustaría. Como resultado, nos hacemos preguntas a las que nos cuesta encontrar una respuesta y, con mucha frecuencia, la conclusión a la que llegamos es que nuestra pareja no nos quiere lo suficiente o que la relación no funciona. Pero, ¿estamos en lo cierto?
Lo habrás escuchado alguna vez: es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio. Por eso, cuando estamos experimentando una crisis en nuestra relación –o creemos que es así–, tendemos a pensar que el origen del problema es nuestra pareja y no tanto nosotros y lo cierto es que no tiene por qué ser así necesariamente. Pero, ¿cómo podemos saber si estamos en lo cierto?
La toxicidad en una pareja no aparece de la noche a la mañana. Es el resultado de una serie de conductas nocivas por parte de uno o los dos involucrados que, finalmente, termina convirtiendo nuestra relación en un pozo del que no sabemos cómo salir. Todo ello sin que apenas nos demos cuenta.
Antes de resolver esta pregunta debemos saber diferenciar entre ‘relaciones tóxicas’ y ‘amor tóxico’. La primera puede consistir, sencillamente, en una relación que nos hace infelices o en la que uno o los dos involucrados llevan a cabo conductas lesivas para el otro. En ellas, sin embargo, no tiene por qué haber amor tóxico, que es aquel que ata a los miembros de la pareja y les impide de una u otra manera abandonar la relación, incluso aunque les provoque ansiedad e infelicidad. Este tipo de amor y relaciones no permiten que las personas involucradas crezca, ya que el vínculo es destructivo en lugar de constructivo.
Es fundamental que para abordar este problema sepamos identificar cuál es el miembro de la pareja que genera esa toxicidad. ¿Qué ocurre si somos nosotros? En ocasiones tenemos conductas nocivas para la pareja o para nuestro compañero o compañera sin darnos cuenta porque puede, incluso, que no sepamos identificarlas.
Antes de resolver esta pregunta debemos saber diferenciar entre ‘relaciones tóxicas’ y ‘amor tóxico’. La primera puede consistir, sencillamente, en una relación que nos hace infelices o en la que uno o los dos involucrados llevan a cabo conductas lesivas para el otro. En ellas, sin embargo, no tiene por qué haber amor tóxico, que es aquel que ata a los miembros de la pareja y les impide de una u otra manera abandonar la relación, incluso aunque les provoque ansiedad e infelicidad. Este tipo de amor y relaciones no permiten que las personas involucradas crezca, ya que el vínculo es destructivo en lugar de constructivo.
Es fundamental que para abordar este problema sepamos identificar cuál es el miembro de la pareja que genera esa toxicidad. ¿Qué ocurre si somos nosotros? En ocasiones tenemos conductas nocivas para la pareja o para nuestro compañero o compañera sin darnos cuenta porque puede, incluso, que no sepamos identificarlas.
Erróneamente, aunque con mucha frecuencia, asociamos los celos al amor y, de hecho, los celos están detrás de muchas conductas de maltrato. Es común escuchar “solo soy celoso –o celosa– si me dan motivos”, pero la realidad es que el origen de los celos está en las inseguridades de uno mismo y en la necesidad de posesión.
Los celos contaminan nuestra relación, nos hacen más frágiles y, sin duda, dañan a nuestra pareja, ya que lo único que persiguen es la merma de libertad de nuestro compañero o compañera. Por eso, si detectas conductas en tu pareja que te hacen sospechar de que está siendo infiel, la solución no es ponerse celoso ni invadir su espacio –personal o digital. La única forma adecuada de abordar el problema es hablando con él o ella para que puedas comentarle tus miedos e inseguridades y llegar juntos a una solución. Si después de esto percibes que tu pareja no te entiendo o no se preocupa por entenderte, sigues advirtiendo indicios objetivos de que tu pareja no te respeta o crees que tu pareja no coopera para ayudarte a superar esas inseguridades, es entonces cuando deberás plantearte si quieres continuar con la relación.
Del mismo modo, tampoco debes procurar despertar celos en tu pareja buscando una determinada reacción. Lo único que conseguimos con esto es generar en ella inseguridad, tensar la relación y provocar inestabilidad, todo ello con el objetivo de sentirnos más queridos o más valorados. Se trata, así, de una conducta egoísta con la que despreciamos e infravaloramos la importancia de los sentimientos del otro. Y eso no es amor.
Por eso debes saber que antes de iniciar una relación, debes estar a gusto contigo mismo. Quererse y respetarse es un paso previo fundamental para abrirse a otra persona y poder construir una relación sana.
Si piensas que tu pareja se conecta “demasiado” a las redes sociales la causa puede ser de nuevo tu propia inseguridad. Llegar a esta conclusión implica dos cosas: la primera, que existe una falta de confianza hacia tu pareja; la segunda, que quizás estés intentando controlarla.
Para evitar ataques de celos debes tratar de encontrar la diferencia entre lo que te provoca ese sentimiento, (en este caso, el tiempo que tu pareja pasa en las redes sociales) y tu propia inseguridad. Y es que solo tú eres responsable de tus miedos, por lo que tienes que combatirlos tú misma sin pensar que el origen de ellos es necesariamente la conducta de tu pareja.
Saber si estamos con la persona adecuada puede ser una cuestión difícil de resolver. ¿Te has preguntado en alguna ocasión si los hombres mujeriegos cambian? Pues bien, esta es otra de las preguntas que no deberías hacerte. El perfil de “hombre mujeriego” se ha mitificado en el cine y la literatura y a él se le asocian conductas infieles que quizás puedan estar motivadas por relaciones amorosas problemáticas previas. Se dice que tienen habilidades especiales para seducir a las mujeres, que son irresistibles e, incluso, que el origen de este comportamiento puede estar en una madre dominante. Pero, ¿por qué no deberíamos entrar en este debate?
El perfil de “hombre mujeriego” es una distinción sexista que fomenta la idea de que los hombres buscan sexo por naturaleza, mientras que las mujeres necesitan amor. Y es que esto no es cuestión de sexos: lo que busca y necesita una persona depende de cada uno, sin importar su sexo, su orientación sexual o su identidad de género.
Para saber si estamos con la persona adecuada lo único de lo que debemos estar seguras es de que crecemos al lado de esa persona, que nos respeta, que nos quiere y que los sentimientos son recíprocos. Si no es así, no debemos tratar de cambiar a nuestra pareja, si no asumir que tal vez no busquéis lo mismo.
Encontrar las respuestas a estas preguntas no es una tarea fácil, ya que conlleva enjuiciar nuestras conductas y pensamientos. Sin embargo, hacerlo te puede ayudar a resolver tus problemas de pareja –si los hubiera–, mejorar tu relación con tu compañero o compañera y tu relación contigo misma y, por último, ayudar a conocerte mejor. Así que no tengas miedo a enfrentarte a ellas: saber más sobre ti y tu relación siempre es un cambio positivio.
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