El ex número uno del mundo es una de las caras visibles en el Río Open que se disputa todos los años y además realiza actividades promoviendo el tenis en su país con los más chicos.

Cuando corría el año 1997, un rubio que provenía de Brasil, plagado de rulos y un tenis exquisito, sorprendía al mundo y se llevaba Roland Garros viniendo desde las sombras. Su nombre era Gustavo Kuerten y el amor con el público parisino fue amor a primera vista, y, poco a poco, eso se trasladó al tenis en genera, que tomaron a aquel brasileño como propio y lo idolatraron hasta que tocó el cielo con las manos.

Con una derecha y un saque potentes, un revés único, un juego de fondo inigualable, Guga se abrió camino en el tenis hasta llegar a la cima y ser el mejor de todos, en el año 2000, cuando cerró la temporada desde el lugar más alto del ranking, siendo así el segundo sudamericano en lograrlo en números oficiales de la ATP, luego de lo conseguido por el chileno Marcelo Ríos en el año 1998.

Dueño de tres Roland Garros, en los años 1997, 2000 y 2001, una Copa de Maestros y cinco Masters 1000, el brasileño supo entender que en el carisma estaba su fuerte, además de su juego único, y así se ganó el cariño de la gente, sobre todo la latina, a quien poco le importaba su nacionalidad y siempre lo tomó como uno más de la casa, dándole favoritismo hasta por encima de los jugadores de su propio país, como pasaba a menudo en la Argentina, en el actual Argentina Open, que era la Copa AT&T por aquellos años, la cuál conquistó en el 2001.

Hoy en día Guga es embajador de Roland Garros, una de las figuras presenciales e importantes del Rio Open desde la gestoría de jugadores para cada edición y, además, tiene un fuerte aporte social para el tenis de los más chicos en su país, promoviendo la actividad por diferentes lugares de su nación, lo que lo hace un personaje único e irrepetible, carismático e inigualable, querido por todos y alabado hasta por quienes jamás tocaron una raqueta en sus vidas.