¿Confesarías una infidelidad?

Hay una razón por la que la respuesta a esta pregunta tiende a ser ‘no’: el miedo a ser juzgadas. Algo que se acrecenta aún más cuando quien confiesa es una mujer: la sociedad aún percibe con más normalidad la infidelidad masculina que femenina, así lo reflejan los datos de un reciente estudio. Atenta a esta y otras curiosidades con las que puede que te sientas identificada.

No vamos a disfrazar la realidad: aunque hemos conseguido avances considerables en lo que respecta a la igualdad de géneros, aún persisten diferencias palpables en distintos ámbitos. Desde el entorno y condiciones laborales, pasando por prejuicios sociales que parecen caer como una losa sobre nosotras. Y en este último es donde podemos incluir la infidelidad. Que esté bien o no moralmente, es algo que no le pertenece a nadie juzgar. Cada persona es libre de hacer con su vida (sentimental, en este caso) lo que considere. Sin embargo, parece que la crítica se vuelve más fuerte cuando hablamos de infidelidad femenina: mientras que hay hombres que llegan a presumir de ello, nosotras ni siquiera nos atrevemos a confesarlo a nuestra mejor amiga.

Según el estudio realizado por IFOP, alrededor del 76% de las mujeres españolas considera que la sociedad sigue condenando más la infidelidad femenina que la masculina. Por eso, cuando hablamos de adulterio, nosotras nos reprimimos a la hora de contarlo: la sociedad percibe con más normalidad cuando ellos son infieles. Una estigmatización social que parece haber asumido la mayoría de mujeres mayores de 30 años, ya que entre las más jóvenes, por suerte, no se da con tanta frecuencia. Y es que el 79% de las menores de 30 sí admiten que podrían contarlo abiertamente, al menos a su mejor amiga.

Es más fácil hablar de una enfermedad que de infidelidad

Si necesitases hablar sobre infidelidad, ¿con quién lo harías? La mayoría de las encuestadas tienen claro que no le contarían un secreto así a su familia: el 64% admitieron que nunca se lo dirían ni a sus hermanas, primas ni, mucho menos, a sus padres. El momento confesión nos lo reservamos para alguien en que confiamos sin temor a la crítica: nuestra mejor amiga.

¿Entendible? Sí. ¿Preocupante? También. Más que nada por el motivo que se esconde detrás: el temor al qué dirán. Con las experiencias de las mujeres, el estudio arroja una conclusión que da qué pensar: en nuestra sociedad actual, resulta más fácil hablar de una enfermedad grave que de una infidelidad. “Antes contarían haber sufrido un despido, tener problemas financieros e incluso tener problemas sexuales con su pareja oficial”, apuntan.

En la confesión, el tamaño sí importa

Eso sí, cuando llega el momento de hablar del asunto con nuestra persona de confianza, lo primero que surge en la convesación son los atributos de nuestro amante. El tema más recuerrente al hablar de una infidelidad es el tamaño del pene. En segundo lugar, la calidad de los orgasmos durante las relaciones sexuales…, pero también la de los besos, factor clave cuando se trata de la química.

Está claro que la conversación es, cuanto menos, interesante. Solo queda que deje de ser un tabú para poder tenerla sin temor a ser juzgadas.

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