Por estas horas, con la llegada de Diego Armando Maradona a Rosario para enfrentar a Central, comenzó a circular en redes fotos de el 10 junto a un hombre canoso. Un canoso tan lleno de magia como el mismísimo Diego, un tal Tomás Felipe Carlovich. Acá, en FPD, les dejamos estás líneas que supimos escribir sobre ese mago de Central Córdoba de Rosario hace ya algún tiempo. Porque siempre es bueno, recordar ese fútbol…
El fútbol tiene historias de las más diversas, algunas repletas de la gloria de los campeones, otras más escondidas, de esas que generan mitos. Hombres que desde el verde césped imaginaron e hicieron cosas por las que son recordados por millones, por miles, o -porqué no- cientos, solamente. Pero nada quita la magia de aquellos futbolistas.
Para la inmensa mayoría, el nombre de Tomás Felipe Carlovich no dice mucho. Y menos su apodo: El Trinche. Pero en su época y sobre todo en su región ese sobrenombre de Trinche era -y es- sinónimo de magia, de buen fútbol. Pero más aún de rebeldía. Cuentan los que lo vieron jugar que tenía tanto talento como Messi y Maradona, juntos. Que tenía cosas de Redondo, que pisaba la pelota como Juan Román Riquelme. Flaco, desgarbado, grandote, primero de barba, luego de bigotes… ¡Pero un auténtico mago de la pelota!
El Trinche, hijo de inmigrantes de Europa del este, se crió en el Barrio Belgrano de la Ciudad de Rosario, jugando en los potreros donde floreció con inmaculada presencia y su juego de jerarquía y picardía. Hizo inferiores en Rosario Central, donde se cruzaría con Carlos Cai Aimar, Mario Killer y hasta con el mismísimo César Luis Menotti. Es el propio flaco el que lo describió como uno de los mejores jugadores que vio en su vida…”Parecía que la pelota lo llevaba a Carlovich, una pelota inteligente que disfruta de hacer maravillas y que lo llevaba a él atrás…” supo decir en algún momento, el hoy director de selecciones nacionales.
Pero para fines de los 60 y principio de los 70, el fútbol argentino vivía tiempos de cambio, en los que muchos entrenadores preferían jugadores físicos a hombres con talento. Y ese ángel de la pelota, lo sufriría. En el Canalla sólo llegó a jugar dos partidos (un amistoso con Peñarol de Uruguay y un partido oficial con Los Andes) . Luego de eso, el técnico de entonces, Miguel Ignominello, le avisó que no lo tendría en cuenta y lo dejó ir. Tuvo un paso corto por Flandria y luego repartiría su magia en los torneos Chacareros de Santa Fe.
Hasta que se cruzó en su vida Central Córdoba, que jugaba en la tercera categoría del fútbol argentino. Corría en año 72´y los dirigentes del Charrúa necesitaban un jugador para su mediocampo. Alguien lo recomendó y lo contrataron, sin saber que le estaban dando nacimiento a un mito viviente…
Ya en su primer partido, El Trinche anotó dos golazos y enamoró a la tribuna. De ahí en más todo fue idolatría. En el 73´ conseguiría el título y el ascenso al Nacional. En el Charrúa jugó en 4 oportunidades: 1972-1974, 1978, 1980-1983 y 1986, jugando nueve temporadas, y sumando 28 goles en 236 partidos. Pero allí como en lo que vendría, también mostraría su rebeldía. Si algo no le gustaba, agarraba el bolso y se iba…
Alguna vez, José Pekerman supo decir del Trinche: “A mí me emocionaba ver a Carlovich, cada vez que podía viajaba hasta la cancha de Central Córdoba para verlo”.
Como todo mito, el Trinche tuvo su partido de ensueño, ese que lo dejaría como un recuerdo imborrable delante de miles de personas: En 1974, la selección argentina estaba realizando su preparación para el mundial de Alemania. Y se enfrento a un combinado rosarino, en cancha de Rosario Central: de ese combinado local participarían 5 jugadores de Central, 5 de Newells y un aparente desconocido, de apellido extraño: Tomás Felipe Carlovich, el Trinche de Central Córdoba.
Jugó de volante central y la rompió, hizo todo lo que sabía: habilitó, la pisó, mostró su elegancia, tiró caños y por sobre todo, disfrutó. El resultado no tuvo atenuantes: fue 3-1 para los de Rosario. Y la ovación fue para ese número 5, desconocido para el resto del mundo. Fue su partido, el Trinche tocó el cielo con las manos.
La realidad marca que de ahí en más, su carrera fue en descenso. Algunos mencionan que era poco afecto al entrenamiento, que no le gustaba. Otros dicen que para ese muchacho mágico, el fútbol era sólo para divertirse y que además le gustaba pescar. Todo aquello, sumado al casi nulo registro fílmico, lo convierten en un mito, en un fantasma, en un ángel de la pelota.
Pasó algunos partidos por Colón de Santa Fe, otros tantos por Independiente Rivadavía de Mendoza. Estuvo a minutos de llegar a la Liga Francesa. El Cosmos de Pelé lo quiso pero nadie se explica como esa operación no se dio. Lo cierto es que como dice Jorge Valdano “Su nombre ya es leyenda, es un lugar común en Rosario hablar del Trinche”
Cómo se decía en aquella época, cada viernes o cada sábado en los que los faroles del Gabino Sosa, el estadio de Central Córboba, comenzaban a encenderse: “Preparense, esta noche juega el Trinche”.
El Trinche fue y es sinónimo de un fútbol que ya no existe, romántico y nostálgico, de fotos en blanco y negro.
Salud, Trinche.
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