La derrota de Boca ante River por la Copa Libertadores, fue la más dolorosa y triste; la mas dura, sin dudas, en la historia Xeneize. Y tardará en cicatrizar ese partido. Mucho tiempo; mucho tiempo. No será de un día para el otro.

Pero ahora arranca un proceso nuevo. Algunos jugadores -sobre todo aquellos que no jugaban demasiado- tienen la posibilidad de cambiar el chip, la cabeza. Viene un nuevo técnico, empieza a observar otras cosas; los que jugaban tienen que ratificar sus puestos. Son ellos los que ahora estarán bajo la lupa; permanentemente. Porque ya se fue un entrenador con mucha historia, un ídolo. Y ahora todo estará puesto en ellos y la gente les va a estar muy encima.

Con la llegada de un entrenador se renuevan las cosas. Alfaro no es del club, no conoce el Mundo Boca, -a esta altura, no se sabe si eso es bueno o malo- siempre conocer cada rincón es mejor. Boca es muy grande y él tiene que ser cuidadoso hasta en sus declaraciones. Alfaro tiene una manera muy particular de declarar y deberá ser mucho mas conciso, no equivocarse. Cualquier palabra que diga de más, a él lo puede perjudicar. Boca no te perdona nada, entonces, ante ese panorama, tiene que estar advertido y preparado.

Uno espera ver que idea le pone al equipo. Conocida es la suya, pero Boca tiene por historia ser protagonista, y Alfaro tiene una característica más de equilibrio que de ataque, pero en Huracán en el último tiempo ha demostrado que, con jugadores, ha sabido, en determinados momentos y partidos, jugar de otra manera.

Acá tiene material para elegir, se está reforzando. A criterio personal, deben buscarse cuatro o cinco caras nuevas, y en ese proceso están. No hay caras distintas, que rompan el mercado. Pero se necesita una renovación; después se verá como se dan las cosas.

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