Era la segunda final consecutiva para Argentina. El bicampeonato parecía una utopía, pero a los tumbos y con epopeyas, el equipo de Carlos Salvador Bilardo llegó al séptimo partido pero con varias bajas debido a las polémicas suspensiones que había recibido en la semifinal.
Para aquella gran definición ante los teutones, el Narigón debió ingeniárselas porque no contó ni con Caniggia, Olarticoechea, Batista y Giusti (todos afuera por acumulación de amarillas). Y por si fuera poco, Maradona y Ruggeri (jugó sólo 45 minutos) entre algodones debido a sendas lesiones.
El encuentro no tuvo muchas emociones, a excepción del segundo tiempo, donde el protagonismo no lo tuvieron los 22 jugadores sino el mexicano Edgardo Codesal, quien echó a Monzón, no cobró un claro penal a Calderón en los últimos minutos del partido y, posteriormente sí le convalidó un fallo que hasta el día de hoy sigue dando que hablar: la supuesta falta de Sensini a Völler que terminó en el gol de Brehme y el 1-0 que dejó a Argentina con las manos vacías.
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