El fútbol, esa magnífica magia colectiva

El fútbol, esa magnífica magia colectiva

La imagen de Mauricio Pochettino, de frente a los miles de hinchas ingleses agolpados en la cabecera alta del Amsterdam Arena, coreografiando su absoluta felicidad, podría ser la mejor crónica posible sobre el partido de anoche. La fría nota dirá que Totthenham levantó un 0-3 global al término del PT y pasó por primera vez en su larga historia a la final de Champions, con el agónico gol de Lucas Moura. Podríamos agregar algunas consideraciones del partido y tal vez, hacer foco en el hat trick del brasileño. Lo cierto es que no alcanzaría. No sería una foto objetiva de la emotividad, volatilidad y locura que este magnifico deporte, cuando se practica así, vuelca sobre nosotros.

Ver a Jurgen Klopp, hechicero de la legión roja del Liverpool y responsable máximo de la fiebre ganadora que sobrevoló el Martes sobre Anfield, abrazado a su jugadores, enfervorizado junto a sus hinchas y cuerpo técnico, festejando la remontada de una serie imposible, pone de manifiesto que solo hay una manera de triunfar en este deporte: Colectivamente. El alemán, de los mejores motivadores de la actualidad, citó toda la mística roja y se entregó al legado europeo del Liverpool. Haysel, Hillsbourough ( las terribles tragedias que azotaron al equipo inglés, dañándolo para siempre), el infierno de Anfield y el hambre renovado, se hicieron tribuna y permitieron la épica.

Hace dos años, nueve de los once jugadores titulares anoche en Ajax llegaron a la final de la Europa League. En ese entonces, eran un semillero de la escuela holandesa que peleaba por resurgir después de casi una década de silencio continental y recambio generacional obligado. El camino elegido para renacer había sido el de siempre: Juntar a los que juegan a lo mismo, y que lo hagan al mismo tiempo. Ver a este equipo enfrentar los obstáculos que le deparó el torneo ( Real Madrid y Juventus, nada menos) aferrados a una convicción superior, los ampara frente al resultado, cualquiera sea. Que hoy, aquí en Barcelona, en Buenos Aires o en Moldavia, se sepa quienes son Onana, de Ligt, Tadic o Ziyech es una conclusión y no un objetivo. Cuando no los conocía nadie fuera de Holanda jugaban igual. El mérito fue (es) que lo grandioso de la cita y la majestuosidad de lo que hubiera en juego valió (valdrá) menos que el modo de enfrentarlo. Convicción grupal, ejemplo tres.

La gran enseñanza que deja el desarrollo de las semifinales de la Champions (la mejor de los últimos años?) es que cada vez queda menos espacio para los salvatajes individuales. El desarrollo reciente de las variables del juego, afortunadamente, han reducido el espacio disponible para la heroica cruzada de los que predican la individualidad (CR7) o de superhombres que todo lo pueden ( Messi, especialmente el Martes). La nueva velocidad con que se juega, la intensidad física y emocional, la determinación de los espacios libres, y la necesidad de controlar la mayor cantidad de imprevistos posibles, retorna la practica del juego a la cuestión colectiva, donde once personas alineadas tras el mismo objetivo pesan más que un nombre propio. Que Lucas Moura u Origi, héroes de estas semis, aparezcan en escena por lesión de las figuras titulares, se acoplen a la perfección en sus sistemas y hasta le pongan impronta propia a sus partidos, es el mejor elogio hacia la idea de sus técnicos. El equipo (como símbolo de la totalidad) es el secreto. La colectividad es el camino. El triunfo del modelo de los dos finalistas, y hasta del mismo Ajax, destierra la absurda dicotomía que separaba la belleza de la efectividad y pone nuevamente de moda el futbol colectivo, coral e integral; donde la inspiración individual decora la construcción grupal y no al revés. El segundo gol de Ajax; el primer descuento de Moura; las jugadas de los goles de Wijnaldum; o el gol final del brasileño de Tottenham, en el minuto 50, con 5 jugadores en el área rival; hablan de una manera de interpretar, construir, planificar y ejecutar el juego que prioriza una manera de buscar el objetivo, o el logro (que no siempre es el resultado), y deja de lado la añoranza de la capa del superhéroe salvador, para demostrar que la solución, cuando es colectiva, siempre es mucho más posible.

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