Después de haberle ganado la final de la Copa Libertadores pasada al clásico de toda la vida, muchos imaginaron que el ciclo de Gallardo estaba cumplido. Pero no, el entrenador de River demostró que tiene un apetito competitivo como nadie.
No lo motiva el dinero y no lo estimula Europa, lo mueve competir por cosas importantes con el club del cual es hincha.
Y hasta aquí, por esas cosas del destino, siempre tuvo la “suerte” de que contra el clásico de toda la vida le fue bien. Apenas inició su ciclo, tuvo la primera prueba ante el Xeneize por las semifinales de la Copa Sudamericana 2014. Examen que pasó con creces.
Al año siguiente, se volvieron a cruzar pero esta vez por la Copa Libertadores 2015, en octavos de final. Boca se había clasificado como el mejor primero de la Fase de Grupos y River como el peor segundo. Todos daban como favorito al equipo de Arruabarrena, pero allí volvió a aparecer Gallardo para dar el golpazo en un mano a mano.
Después vino la final de la Supercopa 2017 (que se jugó en 2018) y otra vez el Muñeco dio en la tecla. Aunque esta vez tenía un gusto distinto, ya que era la primera vez en su ciclo que disputaban una final en sus choques con Boca. No sólo le ganó, sino que también se dio el gusto de festejar ante ellos en Mendoza. Se hablaba del partido más importante de la historia…
Y luego, cuando todos creían que no había más nada llegó la final de Copa Libertadores 2018, que terminó con vuelta olímpica en Madrid.
Por eso, Gallardo tiene la posibilidad de agigantar aún más su figura. De inmortalizarse como el mejor entrenador de la historia de River, allá, inalcanzable, si supera una vez más a Boca en un mano a mano.
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