El mallorquín no está transitando el mejor de sus años y en el polvo de ladrillo parece no estar marcando la supremacía de años anteriores.
Quiás el momento del recambio haya llegado. Quizás no. Lo cierto es que el 2021 en la vida de Rafael Nadal no es el esperado y el mallorquín está en Roma, en la previa de Roland Garros, con tal solo un torneo en su bolsillo sobre la arcilla, su superficie predilecta y de la cuál es el rey hace más de una década.
La pasada semana, Nadal fue el máximo candidato en Madrid, el Masters 1000 sobre polvo de ladrillo de su país. Allí, el mallorquín comenzó el camino hacia el título con grandes triunfos, pero en los cuartos de final, la barrera teutona de Alexander Zverev fue más resistente que la potencia del español y así se fue del evento mucho antes de lo que se esperaba y lo que él mismo hubiese deseado.
Con la eliminación”tempranera” en Madrid, el campeón defensor de Roland Garros sumó así una nueva derrota sobre polvo de ladrillo, tras la sufrida en Montecarlo, también en los cuartos de final, aunque en aquella oportunidad, la caída fue sufrida en manos del ruso Andrey Rublev.
Con el título cosechado en Barcelona, con un triunfazo ante Stefanos Tsitsipas, campeón de Montecarlo, en la definición, lo producido por Nadal hasta esta semana parece poco y nada sobre la arcilla europea. Roland Garros se avecina y su defensa parece inquebrantable, más allá de cualquier circunstancia, pero las dudas comenzaron a sembrarse.
Roma es la parada de esta semana, donde el periplo hasta las instancias decisivas no será nada fácil. El “Modo Bestia” parece no estar activado aún, pero la expectativa de verlo brillar en el suelo anaranjado es muy alta. ¿Será el caño de la transición definitiva hacia el recambio de los nuevos tiempos? ¿O la Bestia de Manacor lo impedirá una vez más?
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