Juan Ignacio Chela fue uno de los legionarios más importantes de la camada más trascendente que dio el tenis argentino en su historia y se abrió paso en el profesionalismo poco a poco a través de grandes victorias y una insuperable capacidad de contragolpear al rival desde el fondo pocas veces vista antes.
El Flaco de Ciudad Evita hizo del contragolpe un arte dentro del mundo del tenis y mientras más fuerte y rápido le jugaban, más rápido salía de su raqueta despedida la pelota siguiente. Y esto lo aplicó de manera magistral desde el lado de revés, donde se apoyaba para comenzar a armar los puntos que luego, finalmente, inetnatrría dominar desde la derecha y hacer resolver el punto.
Mientras más apretado estaba desde el lado de revés, parecía que Chela más cómodo se sentía. Su gran altura y la longiud de sus brazos le permitieron tener un plus para alcanzar pelotas inimaginables en condiciones normales y gran parte de ello lo tuvo a su favor en los torneos donde lo intentaban amedrentar desde ese costado.
Alcanzó dos veces los cuartos de final de Roland Garros, logró seis títulos a nivel ATP y alcanzó el número quince del mundo en el 2004, en el que ganó Estoril, venciendo a Marat Safin en la final. Por otra parte, fue pieza fundamental de la historia copera de Argentina, sobre todo en el 2006 y el 2011, cuando estuvo en ambos equipos que llegaron a las definiciones de la Davis, siendo la primera más trascendente por haber resultado la vuelta del país a una definición por la Ensaladera de Plata tras veinticinco años.
Chela y su arte de contra en el revés, un lujo que hoy lo aplica de ambos lados, en muchas ocasiones, su discípulo, el Peque Diego Schwartzman, a quien entrena desde hace casi cuatro años.
A continuación, les dejamos algunas de las perlitas del Flaco de Ciudad Evita en el Tour de la ATP:
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