Roger Federer está más que afilado en el verde césped de Wimbledon y es que ese suelo le sienta como el patio de la casa al ocho veces campeón en el All England. Ayer, ante el británico Jay Clarke dio una nueva muestra de que éste es su torneo en el mundo y lo venció por 6-1, 7-6 (3) y 6-2, con una autoridad que realmente da miedo cuando se analizan las condiciones del triunfo.
Con un porcentaje de más del noventa por ciento en los puntos ganados con su primer servicio, Federer aniquiló al joven Clarke, que poca fuerza pudo oponer a su Majestad suiza, dueña del verde césped de Wimbledon en reiteradas ocasiones, al punto de ser el máximo campeón en la historia del evento.
El suizo, quien conquistó su último título en Wimbledon en el año 2017 y quien el año pasado cayó increíblemente en los cuartos de final ante el sudafricano Kevin Anderson tras ir ganando dos sets a cero, está en este 2019 viviendo un año de lujo, en el que consiguió, hasta el momento, tres títulos, que lo levaron a ostentar la tremenda cifra de 102 certámenes a nivel ATP en su carrera.
En La Catedral, buscando su novena corona y el 103 en el palmarés, seguirá su camino en la tercera rueda ante el francés Lucas Pouille, semifinalista del Abierto de Australia en enero, y quien luego de ello no pudo concretar grandes resultados en el Tour. Así y todo, el galo es un rival a temer para el suizo, más que nada porque en césped adapta muy bien su juego y porque, además, es el vigésimo séptimo cabeza de serie del evento, algo que lo hace estar en las consideraciones de conseguir buenas victorias y hasta quizás alguna sorpresa en el cuadro masculino de singles.
El duelo entre los europeos será el segundo que disputen en su historial personal, donde la ventaja pertenece a Federer por 1-0, con un único antecedente en París, el Masters 1000 que cierra la temporada, en el año 2014.
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