Partidos cortos, trámites sencillos, algunas batallas y autoridad demostrada en los momentos claves son las características que describen la semana que Rafael Nadal vivió en Roma estos días, lugar en el que consiguió su noveno título personal en el evento y el primero del año, hecho que preocupaba a más de uno y hasta al propio mallorquín de cara a Roland Garros en algunos días más.
Las contundencias demostradas ante Jeremy Chardy y ante Nikoloz Basilashvili en el jueves donde inició el periplo hacia la novena conquista fue el parámetro justo para ver que Nadal iría a por todo en la capital italiana.
Sus fantasmas de no haber conseguido ningún certamen previo al Masters 1000 de Roma en lo que iba de la temporada 2019 hacía augurar que la presencia del número dos del mundo en los últimos torneos no eran ya el atractivo que se podía generar desde la previa. Sin embargo, tras sus dos victorias en las primeras vueltas y su conquista ante Fernando Verdasco en cuartos de final borró todo tipo de especulación.
En las semifinales se vio la mejor producción del mallorquín, quien tras un par de sets, se tomó revancha de su derrota de la pasada semana en la misma instancia en Madrid ante Stefanos Tsitsipas y venció al griego para pasar a su primera definición en la temporada sobre polvo de ladrillo, superficie que domina desde hace más de una década.
La final, por más que el resultado no respalde la estadística del tiempo, ya que duró casi dos horas y medias con un score final a favor del de Manacor de 6-0, 4-6 y 6-1, fue la frutilla del postre para demostrarle al mundo entero que está de vuelta y que en Roma resurgió de entre las cenizas para llegar a Roland Garros convertido en el Ave Fenix que todos los fanáticos del tenis y estaban esperando.
El paso por Italia renovó la imagen desgastada que se vio de Nadal en los últimos tiempos y, de un momento a otro, pasó a ser de los candidatos más serios que pueda haber para alzar la duodécima Copa de los Mosqueteros en París, en el Philippe Chartier, el patio de su casa tenística. Las cartas están echadas, solo dependerán de lo punzante que se mantenga con sus rivales y del desgaste físico y mental que pueda sufrir en una competencia de dos semanas como lo es un Grand Slam.
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