La Serie A es más azul que nunca. Napoli, con Giovanni Simeone como suplente, igualó 1-1 con Udinese y se consagró campeón después de 33 años de espera. Con el marcador abajo,después del golpe de Sandi Lovric a los 13 minutos, Victor Osimhen sacó a relucir su chapa de máximo artillero del torneo, encontró un rebote y remató fuerte para darle a su equipo el Scudetto en el Friuli Stadio, a falta de cinco fechas.
Estalló el Diego Armando Maradona, a 800 km de Údine, con bengalas, petardos y bocinas. Y el Nápoles fue otro equipo. Recuperó su esencia, se despojó de la losa que portaba y que le impedía ser él mismo, ser ese equipo temido en Italia y que fue la sensación de Europa.
Desde el gol del empate, el Udinese supo que no tenía más opción que aguantar como fuera las embestidas del merecido campeón. Porque el Nápoles se reencontró consigo mismo y no dejó escapar otra oportunidad de lograr lo casi impensable.
Esta vez un empate fue suficiente. Un 1-1 que quizá no pase a la historia como sí lo hará Osimhen tras marcar el gol. Un gol que costará borrar de la retina de los napolitanos y del que costará dejar de hablar en Nápoles. Esta vez, el conjunto partenopeo no falló a su cita con la historia, se convirtió en campeón del ‘Scudetto’ y devolvió a lo más alto de Italia a todo un pueblo.
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