Como todas las decisiones de Bielsa, ésta de pedirles a sus jugadores que dejaran hacerse un gol volvió a dividir aguas. El bielsismo fundamentalista a veces empalaga. Y el bando crítico descalifica sólo por descalificar. Por ser gracioso.
Pudo haber sido una decisión exagerada en lo técnico: si el árbitro no para el juego, no tienen por qué pararlo los futbolistas. Pero fue irreprochable en lo humano: muchos lo critican por “vende humo”, pero los que lo conocen saben que es genuino. Habla también de su liderazgo: impuso su decisión; Bielsa convence.
Por último, no debería explicarse la decisión de Bielsa a partir de cómo resultó para sus aspiraciones de ascenso. Porque por un lado, es cierto que si ganaba todavía tenía chances de subir directamente, pero debía ganar el último partido, que Sheffield United perdiera el suyo y que hubiera 13 goles de diferencia entre los dos resultados. Y porque por otro lado cabría hacerse un par de preguntas: ¿estuvo bien porque no le generó gran perjuicio deportivo? ¿Un valor sirve siempre y cuando no se pierda mucho?
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