A esta altura de los acontecimientos, sobra decir que la decisión de Neymar de salir del Barcelona con rumbo al PSG ha sido, como mínimo, desafortunada. La primitiva idea de emanciparse de la sombra de Messi para convertirse en el número 1 del Mundo, ha fracasado rotundamente, mayormente por falencias propias, aunque también por incidencias ajenas al astro brasilero, que lo han relegado a un puesto menor en el podio estelar.
En poco menos de dos temporadas, el crack paulista ha pasado de ser el aspirante perfecto a la sucesión del argentino y de CR7, ganando Champions y Liga, a jugar en un fútbol caricaturesco, sin credibilidad en la cátedra mundial y afrontando problemas internos que han desvirtuado su calidad, como el paso de comedia grotesco en sus roces con Cavani o Mbappé, o sus aventuras nocturnas en Río mientras se curaba su tobillo.
En lo estrictamente futbolístico, evidentemente la falta de competencia de nivel lo ha reducido. No solo la ya famosa lesión en el quinto metatarsiano de su pie derecho en el segundo semestre del 2018, y su agravamiento en Febrero de este año, (que significaron casi 4 meses de alejamiento de las canchas francesas), sino también la pérdida de un rol de jerarquía en PSG por la irrupción de Mbappé, lo han quitado del mapa. Un equipo sin posibilidades reales de coronarse a nivel europeo, y que prematuramente quedó relegado a las competencias locales, no es el marco de referencia que un jugador de su nivel puede presentar para aspirar al Balón de Oro.
Sus actuaciones intermitentes, a desgano, sobrando su juego, lo asemejan más al juvenil que asomó en Santos a puro desparpajo que con el jugador franquicia que pretenden en París. Como si fuera poco, las desaveniencias con Tomas Tuchel, su DT, solo empeoran el escenario. La declaración de prescindibilidad que el DT vertió el pasado Lunes, refiriéndose a la posible salida de “Ney”, dieron visibilidad a un problema que no pareciera tener solución. Lamentablemente, hace ya demasiado tiempo que las palabras Neymar y fútbol no conviven en la misma frase.
En los últimos días, en el marco de la presentación de la lista de la selección brasileña para la Copa América, el DT Tité anunció que Dani Alves será el nuevo capitán de la canarinha, en detrimento de Neymar. Cuestiones actitudinales para con el grupo, así como cierto relajo en su compromiso con la verdeamerelha dieron lugar a la decisión, de parte de un DT que había destacado en Neymar a su jugador emblema. Si hacía falta algo más para describir la oscuridad de este momento para el jugador, baste este gesto, en un equipo que se apronta para recuperar un torneo continental frente a su propia gente. Si Brasil gana la Copa, ya no será Neymar quien salga en la foto de tapa.
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