Por estos días, Lionel Scaloni, actual DT de la Selección Argentina, se ha convertido en trending topic en el mundo fútbol, luego de la ventana FIFA de dos amistosos entre el Viernes pasado y el Martes de esta semana. No ha sido por la salida (pautada) de Messi tras el primer partido, ni por los vaivenes futbolísticos de un equipo en ciernes, sino por algunas definiciones a la prensa en zona mixta que agregaron nafta al incendio en AFA de cada día.
Intentando analizar el estado actual del proceso de renovación de la albiceleste, y alejando el resultado como única unidad de medida de éxito, ha sido poco menos que inquietante el balance que Scaloni ha realizado de estos dos últimos partidos y del estado de forma general de cara a la Copa América que empieza en Junio en Brasil.
La relativización de la derrota con Venezuela y la asignación de “partido importante” al impresentable encuentro contra Marruecos (por el escenario, las condiciones de juego y la desnaturalización del partido), ponen a Scaloni en una llamativa contradicción. Le quita valor a su punto de vista. Lo asume en un lugar de comunicador de irrealidades, alejando al equipo, aún más, de su afición y del más común de los sentidos. La consideración de tener el “75% de la plantilla para la Copa América” ha quedado de lado por “15 minutos fantásticos” de algún jugador, alimentando el halo de improvisación que flota sobre la totalidad del proceso, que no gana en seriedad ni con la elección de César Luis Menotti como Director de Selecciones para profundizar la reconstrucción.
No ayuda a la credibilidad del DT la subestimación de la mala actuación del Viernes frente a Venezuela; la nula prestación de algunos jugadores; los planteos tácticos “suicidas”; la mala elección de jugadores y sus alineaciones en los amistosos ( no haber puesto “su” equipo titular frente a Venezuela, desperdiciando 90 minutos de banco de pruebas) y cada una de las decisiones que se han tomado y se toman en esta presunta refundación del seleccionado.
Esta percepción de poca seriedad que rodea a esta conducción ( Presidente de AFA y Director de Selecciones incluidos, como cabezas de un proyecto mayor) confirma lo acertado de las negativas de los técnicos de jerarquía para hacerse con el timón de este Titanic.
Diego Simeone, Mauricio Pochettino y Marcelo Gallardo, por citar el podio consensuado entre la opinión de la afición y los que han sido efectivamente sondeados por AFA, rehusaron el convite en una clara muestra de sentido común. Inmediatez de plazos, poco rigor institucional, desmanejos con los clubes y diferencias conceptuales en el trato con “las estrellas”,han sido algunos de los ítems que los dos primeros han expuesto para esquivar el bulto. El rechazo a la “argentinización” de sus conducciones fue un duro golpe al pedido de salvavidas. Gallardo, indiscutible referencia en el ámbito local, tanto privada como públicamente, se aleja de los modos de gestión de Tapia (Presidente de AFA) y sus allegados (Angelici, Presidente de Boca y brazo ejecutor del poder entre las sombras, a la cabeza), exponiendo el desaguisado que reina hoy en el fútbol argentino.
Entre este tsunami intenta armarse un equipo de fútbol. Apenas o nada menos que eso, rifando un prestigio que se sostiene solo por Messi, los recuerdos de un ayer glorioso y que se asoma al temor de un mañana desolador.
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