Es cierto que no clasificarse al Mundial hubiese significado para los juveniles argentinos un temprano golpe fuerte en sus carreras. También es válido reconocer que cumplieron el objetivo.

Pero el análisis, tanto del rendimiento como de la estructura, impide la euforia y lleva al replanteo.

Figurar entre cuatro selecciones sudamericanas no es un gran mérito. Hacerlo con un nivel desparejo en lo futbolístico reduce el elogio. Por cambios constantes en el equipo, el Sudamericano no logró fortalecer la imagen de Claudio Úbeda como técnico, en duda desde su elección.

Lo más importante igualmente es una problemática general del fútbol juvenil argentino: se ve una involución técnica si se los compara con generaciones anteriores. La formación no es la misma.

Hay clubes que trabajan bien en ese sentido. Pero son mayoría los que no terminan de entender que, en época de crisis, lo ideal no es incorporar jugadores sino armarlos en inferiores y luego poder venderlos.