Es cierto que en los partidos decisivos el River de Gallardo le permitió a su gente familiarizarse con los festejos. Pero Lanús también es un equipo ganador: el dato de que lleva 12 años seguidos jugando copas intencionales lo hace único en Argentina.
El equipo de Almirón se llevó la Supercopacon algunas virtudes conocidas: la seguridad de sus defensores para rechazar por arriba y la velocidad de sus delanteros para aprovechar espacios. Lautaro Acosta fue imparable para Moreira, Alejandro Silva también desequilibró y Sandfue astuto tanto para salir del área como para rebotar de espaldas. Lanús no tuvo el juego con el que aplastó a San Lorenzo en la final de hace ocho meses. River lo presionó bien y lo desnaturalizó. Sí aprovechó algo más importante: efectividad. El resultado fue exagerado, nació justamente de la contundencia del ganador.
A Gallardo no le funcionaron bien las individualidades. En todo caso, fue oportuno este partido para el pedido del Muñeco de usar los dos cupos restantes de refuerzos; le falta mayor jerarquía o como dice el técnico, reforzar la competencia interna. Igualmente, una función que necesita no está en lo que pide Gallardo: un creativo, alguien que piense en tres cuartos.
Para Almirón, esta coronación difícilmente lo conforme: necesita mayor recambio. Así puede ganar un partido pero le puede costar para pelear un torneo.
A veces, claro, en un partido está en juego un título. En esas ocasiones, festeja Lanús.