River volvió a demostrar que cuando juega bien, no hay rival posible. Como ya había sucedido en el primer semestre contra Aldosivi y Atlético Tucumán, como quedó el recuerdo de aquel partido contra Racing por la Copa Libertadores, cuando impone condiciones el equipo de Gallardo no hay rival que pueda acortar la diferencia de jerarquía, por ritmo, por recursos en ataque, por individualidades, por la presión, por la insistencia en llegar al arco.
Después de concretar el primer gol la insistencia fue justa y quizá debió ser aún mayor, contra un Lanús que tiene algunos jugadores como Lucas Vera, Quiñón, el nivel actual de Marcelino Moreno y lo que puede dar Sand como centro delantero; pero ninguno de ellos estuvo a la altura de su rival y es justamente porque River cuando puede desplegar su fútbol, reduce al adversario.
Gran partido de Enzo Pérez como mediocampista central, nuevamente seguros con la pelota en el mano a mano defensivo Rojas y Martínez Quarta, mejorado Borré y Matías Suárez con sus destellos para un 3 a 0 que debió ser más largo en el marcador y no lo fue por una gran actuación de Agustín Rossi.
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