El River de Gallardo, con estirpe copera

El River de Gallardo, con estirpe copera

Por Ariel Senosiain
Tuvo de todo la final de la Copa Argentina. Y tiene de todo la vitrina de River desde que Gallardo llegó para ser el técnico. Cuando peor la pasaba, el técnico movió el banco y su equipo volvió a coronarse.
Fue un partido inolvidable. No por el juego vistoso (imposible en una cancha impresentable como la del Kempes) sino por lo cambiante, dramático y apasionante. Fue, también, un partido de delanteros.
Marco Ruben llevaba de su mano a Central al postergado título, pero Alario tenía otros planes y el uruguayo Alonso, después de lesiones y falta de continuidad, el destino le tenía reservado un gol que quedará por siempre.
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Patricio Loustau podría haber cobrado penal de Ponzio a Teo con el partido 0-0 y debió haber cobrado mano (codo en realidad) de Musto en el 1-1. Quedarán críticas a la actuación de los árbitros. Pero a los equipos difícilmente se les permitirá esa excusa. Peor fue el rendimiento de, por ejemplo, Pity Martínez. O, sobre todo, de Augusto Batalla, sin nada de confianza. Y obviamente, de la defensa de Central, un equipo tan generoso para el espectáculo como para el rival.
“El veneno que mastiqué en la semana se hizo placentero”, reconoció Gallardo. “Los técnicos tenemos que levantarnos de los golpes y volver a tomar decisiones”, remató. De eso se tratan estos años en River: de levantarse, de renacer. De su página más dolorosa a ser el equipo argentino con más títulos desde su vuelta a Primera. De sentirse casi afuera en la Libertadores a alcanzar la gloria máxima. De estar dos veces abajo en esta final a volver a levantar una copa.

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