Suele decirse que los técnicos nunca son contratados en momentos ideales: por alguna razón negativa el entrenador anterior dejó el cargo, sea por renuncia o porque lo echaron.
Pero el ingreso de Edgardo Bauza en la selección era una situación propicia. No llegaba a un equipo en crisis sino a uno al que le faltaba confianza por las finales perdidas; debía apelar, también, a un recambio necesario en algunos puestos.
No sucedió ni una ni otra cosa. Los jugadores del seleccionado tienen cada vez menos ánimo y la renovación se hace esperar, salvo pocos casos puntuales (Pratto, recién ahora Pizarro y en flojo nivel Más).
El recuerdo de que Bauza entró por descarte se hace cada vez más fuerte. Y más allá de haber sido campeón dos veces de la Libertadores, no parece tener la chapa necesaria para seducir a los jugadores. Por eso apela a declaraciones como la del jueves post 1-0 a Chile, para ganarse la confianza de ellos, y queda más expuesto.
Lleva sólo ocho partidos. Pero las Eliminatorias corren. En este tiempo, Argentina sumó 11 puntos y Brasil 24. Tampoco hay que mirar tan arriba para perder en comparaciones: la selección no tiene ni el juego de Perú ni el amor propio de Uruguay, por citar dos equipos que se enfrentaron en un buen encuentro de esta fecha.
La nueva dirigencia de la AFA se reunirá mañana para analizar qué hace con el futuro del técnico. Si lograran una salida sencilla de Jorge Sampaoli del Sevilla, el adiós de Bauza estaría sentenciado.