En uno de los palcos de la Bombonera el pasado martes asomó una cara conocida. Fue la de Marco Materazzi, quien viajó especialmente a Argentina para ver la revancha de las semifinales de la Copa Libertadores entre Boca y River. Ese fue el regalo que le pidió el hijo por su aniversario número 18. El defensor italiano se mimetizó tanto con los fanáticos xeneizes y casi fue uno más: acudió al estadio con un tatuaje con el escudo.
Fueron horas movidas para el campeón del mundo con Italia en 2006, que compartió tiempo con su hijo Davide, jugador del Foligno del ascenso italiano. Juntos coincidieron en la idea de marcarse la piel con los colores azul y oro.
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