Decepcionó Argentina. Una vez más. Y esas frustraciones pesan en los jugadores, a tal punto de que en el contexto del segundo tiempo, cualquier ausente hubiese jugado igual.

Contribuyó Sampaoli. Prueba su esquema en plena urgencia. Y lo hace sin jugadores especialistas. La apuesta de Icardi no le salió y la de Benedetto no se entendió.

Contribuyó con más descontrol al descontrol que ya era un seleccionado pasado de rosca, merecedor en el primer tiempo pero siempre cerca de recibir un gol en el complemento.

Venezuela se animó porque Argentina, imprecisa y desordenada, se lo permitió. Argentina dejó agrandar al peor seleccionado de Sudamérica.

Es una selección de goleadores sin gol. Cada uno festeja en su club pero con la camiseta argentina no. Dieciséis goles en misma cantidad de partidos, uno de penal y uno en contra en los últimos cuatro.

¿Merece ir al Mundial un equipo con esos números y estos rendimientos?

En la irregularidad general, bastará con ser uno de los menos flojos en este final. Increíble a lo que se ha llegado teniendo a Messi y compañía.